Se solicita ingeniero, no ingeniera
Clarisa es una estudiante ejemplar, una muchacha entregada a sus estudios, a su familia. Tiene en su haber una serie de reconocimientos y experiencias académicas que la colocan entre las mejores de la universidad. El verano pasado fue seleccionada para asistir a la Universidad de Arizona para trabajar en un proyecto relacionado con sensores que podría tener aplicaciones en diversas áreas, teniendo un desempeño excelente. Clarisa estudia para ser ingeniera en mecatrónica.
Hace unos días encuentro una solicitud de empleo de una empresa que busca a un ingeniero para trabajar en desarrollo de software. El primer requisito: VARÓN. Estamos en 2016, tenemos una gobernadora en Sonora y una fuerte candidata a presidenta en el país más poderoso del mundo, y en la solicitud de una empresa local se requiere ser del sexo masculino. Los prejuicios en las áreas donde han predominado los hombres siguen presentes, sobre todo en quienes toman las decisiones de contratación y promoción. Muchos de nuestros compañeros de trabajo y amigos no ven el problema porque ellos mismos no comparten esas ideas, pero sobre todo porque no han padecido la discriminación a las que las mujeres del área nos hemos acostumbrado. Personalmente me ha tocado ver en trabajos anteriores como se iban los curriculums de mujeres directamente a la basura sin siquiera ser revisados, sólo por el hecho de no ser hombres (así, ver a mi jefe tomar los curriculums en folders impecablemente presentados y tirarlos directamente al bote de la basura).
Yesenia es estudiante de ingeniería en mecatrónica y esta mañana me enteré que junto con sus compañeros desarrolla un lidar que hará posible que un carro (a escala) pueda conducirse de modo autónomo. Ella no lo sabe aún, pero eso la coloca por encima de muchos de su generación. Me habla de sensores, de sistemas de coordenadas y de componentes electrónicos como si fuera un tema trivial y pasa día y noche en el laboratorio junto con sus compañeros perfeccionando la máquina esperando la competencia nacional de robótica que será en una semana. Reservada, inteligente, dedicada.
“Te vamos a dar la plaza, pero necesito que te comprometas a no embarazarte al menos en dos años”. Esa fue una de las condiciones que acepté para tener una plaza en un trabajo anterior. Durante años me tocó lidiar con comentarios misóginos que, estoy segura, no eran con intención de ofender, sino que era una costumbre, lo que se estilaba. Eso era y sigue siendo lo más grave, que se ve como algo natural.
Daniela fue una de las mejores estudiantes de su generación. Pocas veces he visto esa perspicacia, esa facilidad para entender un problema y darle solución. Daniela es egresada de la Ingeniería en Sistemas de Información y es sumamente discreta, con una ética inquebrantable, indispensable en una profesión donde se tiene acceso a la información de una organización que podría comprometer el éxito en sus operaciones.
Ya tengo 42 años y un doctorado. Mi esposo y yo hacemos equipo de trabajo y regularmente asistimos a reuniones de trabajo o eventos con colegas externos a nuestra institución, empresarios o funcionarios que por lo regular son mayormente hombres. Seguido me pasa (aunque hay sus fabulosas excepciones) que la primera vez que nos presentamos, los colegas lo ven a él, le preguntan a él, se refieren a él, porque asumen que es él quien hace el trabajo. De hecho sucede que cuando hago alguna aportación le dirigen las dudas a él y hasta lo felicitan por su idea (no es chiste, pero hemos aprendido a reírnos de la situación). Con el tiempo su actitud cambia, pero ellos ni siquiera se dan cuenta de cómo su juicio es parcial cuando se trata de escuchar la opinión de una mujer en cuestiones profesionales. Actualmente tengo la fortuna de trabajar en un ambiente de respeto donde mis compañeros no hacen distinción de género, pero estoy consciente que no es lo común.
“¿Qué tiene de hombre para gobernar?” Esa pregunta vergonzosa le hicieron a la gobernadora de Sonora en una entrevista en Milenio por un periodista. ¿Qué estaba pensando? La mujer que tenía frente a él dirige un estado que es frontera con Estados Unidos, con muchos pendientes de un sexenio anterior muy controversial, en un escenario muy complejo y decide hacerle ese cuestionamiento, validando indirectamente la capacidad de las mujeres para gobernar en la medida de sus aptitudes asociadas con la masculinidad. Los medios también hacen lo suyo.
“Vestidas para gobernar” “Los atuendos del poder” dictan los encabezados de artículos publicados por numerosos medios, haciendo referencia a la indumentaria de las mandatarias donde critican su estilo, hablan de los diseñadores y firmas, fibras y peinados. Nunca he visto uno de esos artículos dedicado a los líderes hombres.
Es increíble que en estos tiempos no se tenga conciencia de que la mujer complementa los equipos de trabajo, pues nuestras aportaciones mejoran cualquier producto. Un equipo diverso de ingenieros, científicos, abogados, etc, puede tener una visión más amplia cuando sus integrantes ven el mundo desde una perspectiva distinta a los demás. Las grandes empresas lo saben y buscan contratar mujeres en áreas donde los hombres predominan, pero es difícil para ellas obtener un puesto directivo. El escenario está cambiando, las nuevas generaciones no ven diferencia de género, ni las estudiantes de hoy, profesionistas del mañana, están dispuestas a tolerarlo.
Como mujeres nos cuesta mucho trabajo ser reconocidas como profesionales por encima de nuestros compañeros. Luchar contra la barrera cuesta, pero no desanima. La empresa que publicó el anuncio no tendrá la oportunidad de tener en sus filas a Yesenia, Clarisa o Daniela y en el pecado llevará la penitencia.
Raquel Torres Peralta
@Rql_Torres
Doctora en Ciencias Computacionales
por la Universidad de Arizona
Profesora-Investigadora del
Departamento de Ingeniería Industrial de la
Universidad de Sonora