La muerte del “Divo de Juárez” pasó de enlutar a México y rememorar sus éxitos, a reforzar en la agenda mediática la homofobia que los líderes religiosos esparcen.
Al igual que millones de personas, mexicanas y extranjeras crecí con la música de artistas como Juan Gabriel. Fotos de cuando joven y guapo estaban en la pasta de mis cuadernos de la secundaria y la prepa, junto a otros artistas de los 80’s y 90’s.
Tuve oportunidad de ir a dos de sus conciertos, uno en Querétaro y otro en Hermosillo. La energía positiva, los sentimientos que evocaban sus canciones, la alegría en el escenario, el mariachi, los bailarines, los coristas, él mismo con sus contoneos quedarán en la memoria. Solía dar conciertos de más de dos horas.
La prensa y las redes sociales se han inundado de anécdotas, videos, fotos, entrevistas y circula también la famosa respuesta del michoacano al periodista de Univisión, Fernando del Rincón a la pregunta que muchos se hacían: ¿Juan Gabriel es gay?: ¡Lo que se ve no se juzga, mijo! Sin duda, ingeniosa forma de decir sí.
Me trajo a la mente a los Francis, Underwood y Urquhart en “House of Cards” (versión estadounidense e inglesa, respectivamente) que para no responder en forma directa algo, solían decir: You might very well think that, I couldn’t posibly comment (Tu bien puedes pensar eso, yo no puedo comentar).
Poco se sabe de la vida privada de Alberto Aguilera Valadez, salvo que tuvo cuatro hijos, que vivió una infancia de mucho sufrimiento, soledad, desprecio, que era un hombre altruista auténtico, sencillo, amable.
Su música trascendió fronteras. No sólo tuvo éxito él como intérprete, sino también como compositor para artistas como las españolas que se entronizaron en México y Latinoamérica en gran medida gracias a él, como Rocío Dúrcal, Rocío Jurado e Isabel Pantoja.
La muerte de Juan Gabriel llega en un momento en el que México de nuevo exuda su homofobia, un momento en el que las iglesias antagónicas se han unido para lanzar más mensajes de odio, de discriminación y gritar a una sola voz: no al matrimonio igualitario, no a la iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto de reformar la Constitución y el Código Civil.
Heterosexuales y homosexuales idolatraban por igual al “Divo de Juárez”, celebraban cuanto movimiento o gesto hacía en el escenario. Sólo en ese espacio de tiempo quedaba atrás la hipocresía social, esa que mata, que odia, que discrimina a hombres y mujeres que se enamoran de alguien de su mismo sexo, esa que seguramente apoyará las marchas de las organizaciones sociales y las iglesias contra la iniciativa de plasmar en la ley lo que los derechos humanos persiguen: la igualdad.
Oportunidad perdida para EPN
De las pocas cosas que ha impulsado en el terreno de los derechos humanos, el presidente Enrique Peña Nieto ya ni se acuerda de su iniciativa a favor del matrimonio igualitario. Todo indica que la mayoría de sus diputados federales y senadores y él mismo se comieron completa la versión de que fue un gran error y temen que sea un de las razones por la cuales salgan por piernas de Los Pinos.
Lejos está de ser el matrimonio igualitario la causa por la que el PRI eventualmente salga de nuevo de Los Pinos. Aunque viendo el rechazo del ala más conservadora de la sociedad mexicana, en el Congreso de la Unión, donde hay aspirantes a cargos de elección popular para 2017 y 2018, optaron por mandar a la congeladora la iniciativa. No quieren pleitos con quienes en otro momento pueden representar un apoyo en sus carreras políticas.
De sus cuatro años de gobierno, poco hay que comentar, su saldo es simplemente, negativo que por sus torpezas puede afectar a gobiernos priístas que sí hacen un buen trabajo en estados y municipios.
Malas jugadas a UBER
De un tiempo a la fecha he usado con frecuencia el servicio de transporte de Uber, cuyos choferes no sólo tienen prohibido levantar clientela en el aeropuerto, ahora también los taxistas les hacen desatinar, pues al traer la App solicitan el servicio y ponen como destino terrenos baldíos o direcciones inexistentes.
Es la reacción de quienes, en lugar de reinventarse y mejorar su servicio, prefieren atacar a quien les representa una competencia de calidad. Uber ofrece rapidez, comodidad y confianza, además de tarifas más justas, algo que los taxistas se resisten a mejorar.
Aunque la mayoría de quienes me han trasladado en Uber conocen Hermosillo, hay algunos que no tienen idea, no están familiarizados con la ciudad y conducen a muy baja velocidad, son los “prietitos en el arroz”. Será importante que Uber no baje los estándares de calidad.