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El perdón, insuficiente ante la pederastia

 

 

 

 

Columna Andanzas

Por Marcela Alvarado

El perdón, insuficiente ante la pederastia

Nadie que se precie de tener respeto por la humanidad y reconozca en los niños y niñas a las personas más vulnerables, puede sustraerse de sentir consternación, rabia o impotencia al conocer que los casos de abuso sexual, cometidos por representantes de la iglesia católica siguen quedando en la impunidad.

Hace apenas unos días, la Corte Suprema de Pennsylvania, Estados Unidos dio a conocer el resultado de una investigación de dos años, que implicó revisar dos millones de documentos de seis de las ocho diócesis de esa entidad: más de mil niños y niñas fueron violados por 300 sacerdotes desde 1970, aunque encontraron también casos de agredidos hace más de 60 o 70 años.

La mayoría de los violadores ha fallecido y por el tiempo en que ocurrieron, los delitos han prescrito, de ahí que hay acusaciones sólo contra dos padres, por abusos a menores en la última década.

El fiscal general de Pennsylvania, Josh Shapiro dio algunos ejemplos de los abusos sexuales cometidos y encubiertos por la iglesia en esa entidad y en el propio Vaticano, que incluyen niños mayormente, pero también niñas y algunos ya en la pubertad.

Guardadas las proporciones, uno de los casos me recordó un pasaje de la serie “Gran Hotel” de Netflix, sobre un patrón de conducta de un sacerdote que se involucra sexualmente con varias mujeres, a una de las cuales deja embarazada. Todas reciben de él un escapulario como muestra de su supuesto amor.

En los hechos investigados por la Corte de Pennsylvania, se encontraron casos de niños que recibían collares y crucifijos de oro y así los sacerdotes identificaban a los que escogían para ser abusados sexualmente.

Ante estos escándalos, el papa Francisco pidió perdón y admitió que el dolor de las víctimas durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado, “con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. No cuidamos de los más pequeños, los abandonamos”.

 

Educación y justicia, para frenar impunidad

En México, la periodista Lydia Cacho es de las pocas que ha documentado casos similares a los de la iglesia, pero que involucran a empresarios y políticos en una red de prostitución infantil, que la llevaron a escribir el libro “Los demonios del edén”, por lo cual fue perseguida, detenida y torturada en 2005.

Recientemente, la ONU resolvió que se violaron sus derechos humanos y que no se le ha hecho justicia en México por las agresiones sufridas. Se antoja difícil, ya en la recta final del sexenio peñanietista, que esto pueda ser una realidad.

Por lo demás, estas historias de horror que se conocieron de los sacerdotes en Estados Unidos y tantas que se saben en México y otros países, sólo pueden detenerse con la suma de una educación sexual desde temprana edad, que se le hable a niñas y niños al menos de la importancia de que nadie los toque, de ante qué tipo de conductas pueden estar en peligro, sea con sacerdote o cualquier persona.

Con educación y con un sistema de justicia efectivo, que realmente investigue y castigue los abusos sexuales con todo rigor, se evitará que haya impunidad y con esto se puede avanzar poco a poco a poner fin a décadas de sufrimiento de niñas y niños que por miedo o ignorancia son presa fácil de pederastas.

Hasta el próximo miércoles.

Maestra en Ciencias Sociales con especialidad en Políticas Públicas por El Colegio de Sonora y Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Sonora.

Twitter: @AlvaradoVMarce

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