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De tiroteos escolares y lo que debemos aprender: Parte 1

 

 

De tiroteos escolares y lo que debemos aprender.  Parte 1: Señales de alarma en el adolescente

Por Raquel Torres Peralta

Monterrey, Enero 2017. Un niño de quince años dispara contra su maestra y compañeros en su escuela para después dispararse en su salón de clases. Todo sucede en cuestión de segundos. Tiros certeros a la cabeza, sin titubeos, con destreza en el manejo del arma. No pasaron unas horas cuando ya se tenía la teoría de la pertenencia del niño en un grupo de Facebook que según se dice, incita a sus miembros a la violencia y el país entra en un estado de alarma. Al día siguiente hay operación mochila en varias escuelas del país, recibo un mensaje de la escuela de mi hijo donde dicen que adoptarán medidas para prevenir este tipo de incidentes (no las especifican) y mi hijo de 17 años ayuda a su amigo a borrar imágenes de su celular porque ya sus papás le advirtieron que lo van a revisar.

El incidente puso en evidencia nuestra ignorancia sobre este problema, que veíamos como exclusivos de Estados Unidos y Europa, muy lejos de nosotros. Es momento de informarnos y no dejarnos llevar por el miedo y no actuar sin conocimiento. En este artículo exponemos las señales que muestran los asesinos en masa de un modo práctico, pero es necesario sensibilizarnos más sobre el tema de depresión y ansiedad, pero eso será en otra entrega.

Tipos de incidentes

Hay una clasificación oficial para los distintos tipos de incidentes que involucran ataques con armas de fuego, llamados asesinatos masivos, dependiendo de la relación del atacante con las víctimas, el lugar y el modo. Los asesinatos masivos en una escuela perpetrados por un estudiante tienen como principal objetivo a uno o varios compañeros o maestros a los que el atacante puede tener en la mira por distintos motivos, como bullying, rechazo, disputas o en ciertos casos, desaires amorosos. En la mayoría de los incidentes, los primeros en morir están directamente relacionados con el agresor por alguno de esos motivos. En todos, el suicidio es parte del plan.

Los tiroteos en escuelas (school shootings) tienen un tinte emocional y según varios estudios comparativos de la Universidad de Miami, la de California y Carolina del Norte, los jóvenes agresores (8-18 años de edad) mostraban en su mayoría un cuadro depresivo y algunos, los menos, rasgos psicópatas. En investigaciones posteriores se sabía que los muchachos habían dado a conocer de algún modo que harían algo serio en sus escuelas en los siguientes días, pero fueron ignorados.

¿Por qué?

Según estudios (basados en los casos de Estados Unidos), los estudiantes que atacan a sus compañeros tienen una historia de bullying y rechazo, y sienten que no son exitosos en ningún aspecto de su vida. La depresión es una constante en cualquier tipo de suicidio y se observa con frecuencia en este tipo de incidentes. Aunque cada caso es diferente, en la mayoría hay sentimientos de odio, rencor, celos y frustración. Un dato curioso es que en todos los casos presentados, los asesinos eran muchachos (hombres), la mayoría con un alto nivel intelectual. Cada caso es distinto. Hay varios factores que afectan a cada individuo, pero el contexto comunitario es uno de los que más influencia tiene, seguido de la accesibilidad a las armas, según los especialistas.  No podemos usar una misma regla para medirlos a todos, el entorno familiar, escolar, social, y hasta el ambiente virtual en el que se conduce cada persona es distinto y es sumamente difícil tener una clara imagen de lo que los muchachos sentían y pensaban antes de perpetrar los ataques, porque aunque algunos dejaban testimonio en video o escritos, estos podían ser sólo una pantalla para no mostrar debilidad o dolor, o una muestra muy por encima de lo que los llevó a quitarse la vida y llevarse la de otros con ellos.

Según la Doctora Fegui Ostrosky, especialista en Neuropsicología, profesora de la UNAM y autora del libro “Mentes Asesinas”,  existen varias categorías identificadas entre los asesinos en masa, entre ellos los individuos con problemas mentales, que contrario a lo que se pudiera pensar, son sólo el 5%. Están también los miembros de pandillas o grupos delictivos, que son aproximadamente  el 60%. Aproximadamente un 20% de los jóvenes asesinos en masa provienen de un hogar normal, funcional, sin violencia. Este dato es alarmante, y muy probablemente sus padres, amigos y maestros pasaron por alto las señales que pudieron haber dado aviso a tiempo para atender el problema y evitar la tragedia, pero no por esto se debe culpar a nadie.

Las señales

Un adolescente puede estar pasando por una etapa depresiva que lo lleve a comportamientos autodestructivos o a episodios violentos, pero esto no significa que vaya a cometer un asesinato. De cualquier modo debemos instruirnos para detectar la depresión en nuestros adolescentes, ya sean nuestros alumnos, amigos o familiares. El Centro Nacional de Análisis de Delitos Violentos en la Academia del FBI en Estados Unidos proporciona un detallado informe sobre las señales de alerta en un adolescente con un alto riesgo de suicidio o asesinato en masa.  Las principales señales de la personalidad y comportamiento de un asesino potencial en masa son las siguientes:

Expresa su intención por medio de amenaza directa o indirecta en comentarios en redes sociales o en vivo. Los niveles de amenaza varían. Esta podría ser sólo una provocación o necesidad de atención, pero en general no debe ser ignorada.

El estudiante se preocupa y habla frecuentemente sobre temas de violencia,  muestra desesperanza, desesperación, odio, aislamiento, soledad, nihilismo (negación de todo principio religioso, político o social) o tiende a sugerir que “el fin está cerca”. Sus ideas pueden ser expresadas en conversaciones, bromas o comentarios a amigos, maestros, a sus padres o hermanos. Los comentarios pueden ser sutiles y al ser cuestionados pueden minimizar su gravedad con un “era una broma” o “me entendiste mal”.

Hablar recurrentemente de destrucción o violencia en escritos o dibujos. Los temas pueden incluir odio, prejuicio, muerte, desmembramiento, mutilación de uno mismo o de otros, sangre, uso de armas de fuego o altamente destructivas (como bombas, misiles, granadas), homicidio o suicidio. Muchos adolescentes están fascinados con la violencia y lo macabro, y los escritos y dibujos sobre estos temas pueden ser un reflejo de una inofensiva fantasía creativa. Esta conducta no se debe reprimir, pero debe ser tomada en cuenta junto con los otros factores para descartar un riesgo.

Baja Tolerancia a la Frustración. El joven tiene gran dificultad para tolerar la frustración y se ofende fácilmente con burlas, comentarios negativos o críticas hacia su persona.

Falta de habilidades de confrontación

En este caso, al joven se le dificulta lidiar con la crítica, la decepción, el fracaso, el rechazo o la humillación, respondiendo violentamente con actitudes inmaduras y exageradas.

Falta de Resiliencia o capacidad de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas.

Relación amorosa fallida, no correspondido o rechazado.

Es una víctima. Todo es una injusticia, se le acusa sin razón, no tiene lo que merece y acumula resentimiento por las injusticias reales o percibidas. No importa cuánto tiempo haya pasado, no olvidará ni perdonará esos errores o a las personas que él o ella cree que son responsables. Algunos de los atacantes guardan una lista con los nombres de las futuras víctimas de sus ataques.

Signos de depresión

Letargo, fatiga, falta de energía, percepción oscura de la vida, sensación de malestar y pérdida de interés por las actividades que alguna vez disfrutó. Algunos adolescentes deprimidos pueden exhibir arrebatos de ira, un odio generalizado y excesivo hacia los demás y sentimientos de desesperanza por el futuro. La falta de sueño es otro factor.

Discurso de despedida, regala sus posesiones más preciadas y expresa el deseo de cómo le gustaría que fuera su funeral. Esto sucede más frecuentemente cuando piensa en un suicidio más que en un ataque.

Narcisismo

Egocéntrico, carece de visión sobre las necesidades y / o sentimientos de los demás y los culpa por sus fracasos y decepciones. Normalmente puede adoptar el papel de una víctima para provocar simpatía y sentirse temporalmente superior a los demás, muestra signos de paranoia y asume una actitud de auto-importancia o grandiosidad que enmascara los sentimientos de baja autoestima.

Aislamiento.

Se comporta como si se sintiera diferente o alejado de los demás. Se aísla, siente tristeza, soledad o que no pertenece y no encaja en ningún lado.

Exige privacidad más allá de la normal. Sus padres ignoran su vida personal, sus actividades fuera de casa y sus relaciones tanto en la vida real como en redes sociales, así como los contenidos en TV y en línea, no por desinterés, sino porque el joven simplemente no quiere dar esa información y no quiere ser molestado.

No reconoce la autoridad de sus padres, quienes por temor a sus episodios de ira ceden a sus peticiones y no imponen límites.

Falta de empatía

Le cuesta trabajo comprender los sentimientos de los demás y las penas y alegrías de sus compañeros le son indiferentes. Cuando los demás muestran emoción,  puede ridiculizarlos como débiles o estúpidos.

Actitud de Superioridad

El joven tiene un sentido de ser superior y se presenta a sí mismo como más inteligente, más creativo, más talentoso y más experimentado que los demás.

Necesidad de atención exagerada o patológica

El joven muestra una necesidad exagerada, incluso patológica, de atención, ya sea positiva o negativa, sin importar las circunstancias ni las consecuencias.

Evita la participación en las actividades escolares y familiares.

Problemas de control de la ira

En lugar de expresar la ira de manera normal y en circunstancias que lo ameriten, el estudiante tiende a estallar en rabietas o exhibiciones melodramáticas, o mantener silencio y no dirigirle la palabra a nadie. El enojo puede ser notablemente desproporcionado a la causa, o puede ser redirigido hacia personas que no tuvieron nada que ver con el incidente original, que son, bajo su percepción,  los “culpables” de  todos sus problemas.

Su ira puede venir en arrebatos impredecibles e incontrolables, y puede ir acompañada de expresiones de prejuicios infundados, aversión o incluso odio hacia individuos o grupos, como los amantes de un género de música, seguidores de alguna ideología, religión, preferencia sexual, etc.

Intolerancia. A menudo expresa prejuicios raciales o religiosos o intolerancia hacia las minorías, conserva y muestra símbolos de intolerancia en cosas tales como tatuajes, joyas, ropa, calcomanías, etc.

Procura Manipular a los demás

Constantemente intenta manipular a otros y ganar su confianza para que ellos justifiquen cualquier comportamiento amenazante o violento de su parte.

Falta de confianza

El joven es desconfiado y sospecha sistemáticamente de las intenciones de los demás. Esta falta de confianza puede acercarse a un estado clínicamente paranoico. Puede expresar la idea de que la sociedad no tiene ninguna institución o mecanismo confiable para lograr justicia o resolver conflictos, y por lo tanto, tiene que hacer justicia por su propia mano.

Grupo social cerrado

El estudiante parece introvertido, con conocidos en lugar de amigos, o se asocia sólo con un solo grupo pequeño que parece excluir a todos los demás. Los estudiantes que amenazan o llevan a cabo actos violentos no necesariamente son solitarios, y la composición y cualidades de los grupos a los que pertenece puede ser información importante para evaluar el peligro de que cometa actos violentos en su escuela.

Cambio de Comportamiento

El comportamiento del estudiante cambia drásticamente. Su desempeño académico puede disminuir o mostrar un desprecio temerario por las reglas de la escuela, los horarios, los códigos de vestimenta y otras regulaciones.

Expresa opiniones fuertes sobre temas sobre los cuales tiene poco conocimiento e ignora los hechos, la lógica y el razonamiento que podrían cuestionar estas opiniones.

Interés inusual en la violencia sensacional

El estudiante demuestra un interés inusual en los tiroteos escolares y otros actos de violencia muy publicitados. Puede declarar su admiración por los que cometieron los actos, o puede criticarlos por “incompetencia” o por no matar a suficientes personas. Puede expresar explícitamente el deseo de llevar a cabo un acto similar en su propia escuela, posiblemente como un acto de “justicia”.

Fascinación con el contenido violento de entretenimiento

Muestra una fascinación inusual con películas, programas de televisión, juegos de computadora, videos musicales o material impreso que se centran intensamente en temas de violencia, odio, control, poder, muerte y destrucción. Puede mirar incesantemente una película o leer y releer un libro con contenido violento, quizás con violencia escolar. Es normal que un adolescente se sienta atraído por los videojuegos violentos y las películas de acción, pero es de preocuparse si el nivel de violencia y la obsesión por los temas de odio, violencia, armas y destrucción masiva recurren en prácticamente todas sus actividades.

El estudiante pasa largas horas jugando videojuegos violentos, y parece estar más interesado en las imágenes violentas que en el juego mismo.

En Internet, el joven busca regularmente sitios web que involucran violencia, armas y otros temas inquietantes y hay evidencia de que ha descargado y guardado material de estos sitios que le sirvan de instrucción como manuales para el manejo de armas, tácticas militares, manuales para elaborar bombas, etc.

Modelos negativos

El estudiante puede ser atraído a modelos negativos e inapropiados como Hitler, Satanás u otros, asociados con la violencia y la destrucción.

El joven parece estar cada vez más ocupado en actividades que podrían estar relacionadas con llevar a cabo una amenaza, por ejemplo, pasar cantidades inusuales de tiempo practicando con armas de fuego o en varios sitios web violentos. Es de preocuparse cuando el tiempo dedicado a estas actividades ha comenzado notablemente a excluir actividades cotidianas normales tales como tareas, asistir a clases, ir al trabajo y pasar tiempo con sus amigos.

Aunque muchas de estas señales muestran el comportamiento normal de un adolescente, el nivel e intensidad deben tomarse siempre en cuenta para tomar una decisión. La comunicación con el adolescente, el saber sobre sus amigos y su comportamiento en la escuela es esencial ante la más mínima sospecha.

Es importante recalcar que no debemos agobiarlos ni cuestionarlos por una sospecha, aunque sí estar al pendiente y en caso de tener dudas, buscar el criterio de un profesional. Es necesario recalcar que estas señales se extraen de los estudios de caso en Estados Unidos y Europa, donde la sociedad y las comunidades tienen una cultura, costumbres y dinámica familiar es distinta a la nuestra, pero son aplicables en su mayoría, a cualquier caso.

La Operación Mochila no es la solución

El problema es demasiado complejo como para solucionarlo exigiendo a los alumnos que a la entrada de la escuela, delante de sus maestros y compañeros vacíen sus pertenencias sobre una mesa. El que quiera llevar un arma no la llevará en la mochila, o no entrará por la puerta. La revisión se evade con facilidad. La solución debe involucrar a maestros, padres, personal de la escuela y estudiantes, quienes deben instruirse para ser capaces de detectar las señales de alarma y actuar en consecuencia. Hacen falta espacios donde los especialistas puedan atender llamadas tanto de alumnos que reporten casos potenciales como de los mismos jóvenes con problemas de depresión para ser atendidos siguiendo un estricto apego a la ética y asegurando confidencialidad sin poner en riesgo su seguridad. Aunado a esto, un gran esfuerzo por la sociedad y las familias para hacer sentir a los niños que son valiosos, amados, que forman parte de un grupo en el que se les ama y se sienten seguros. Necesitamos escuelas que sean firmes ante el bullying y no permitan la humillación a ningún alumno, que respeten a los estudiantes sin dejar de lado la disciplina, poniendo atención a las cosas de fondo, tolerantes ante la diversidad de pensamiento y de modos de vida, sin imponer culturas o creencias, procurando la armonía entre alumnos y maestros. Hogares con estructura, orden, comunicación y padres enterados de la vida de los hijos dentro y fuera de casa, que representen y ejerzan su autoridad sin ofender, siempre en las bases del respeto.

Nuestra naturaleza es compleja, no hay fórmula mágica para tratar estos problemas y los motivos de ese niño quedarán sin conocerse.

Esta es la primera entrega de tres. En las siguientes discutiremos el entorno familiar y el escolar.

 

Raquel Torres Peralta

@Rql_Torres

Doctora en Ciencias Computacionales

por la Universidad de Arizona

Profesora-Investigadora del

Departamento de Ingeniería Industrial de la

Universidad de Sonora

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