Agencias .- A principios del siglo XX, los recién casados Cathy y Cappy Jones abandonaron Connecticut, EE.UU., para comenzar una nueva vida como agricultores en el valle Yaqui, en el noroeste de México, un lugar seco y polvoriento poco conocido unos cientos de kilómetros al sur de la frontera de Arizona.

Cuando Cappy murió en 1931, Cathy decidió quedarse. Para entonces, tenía un nuevo vecino: la Estación Experimental del Valle Yaqui, un gran centro de investigación agrícola con impresionantes pilares de piedra, y canales de irrigación inteligentemente diseñados.
Durante un tiempo, el centro crió ganado, ovejas y cerdos, y cultivó naranjas, higos y toronjas.Pero llegado el año 1945, los campos estaban cubiertos de maleza, las cercas caídas y las ventanas destrozadas. La estación estaba infestada de ratas.

Por esto, cuando Cathy escuchó rumores extraños sobre un joven estadounidense que se había instalado en este lugar en ruinas, a pesar de la falta de electricidad, saneamiento o agua corriente, fue a averiguar.

Encontró a Norman E. Borlaug, de la Fundación Rockefeller, quien estaba intentando producir trigo que pudiera resistir la roya del tallo, una enfermedad que arruinaba muchos cultivos.
Más al sur, donde se suponía que Borlaug tenía que establecerse, las cosechas se sembraban en primavera y se cosechaban en otoño. Aquí, Borlaug planeaba explotar un clima diferente que también le permitiría sembrar en otoño y cosechar en primavera, y quizás cosechar diferentes variedades de trigo.

Sin embargo, la Fundación no tenía permiso para trabajar en la región, por lo que él no podía estar allí oficialmente.
Esto significaba que no había maquinaria, y ninguna ayuda para hacer el lugar habitable. Pero Borlaug dejó atrás a su esposa Margaret y a su hija Jeanie en Ciudad de México, y se fue de todos modos.

“A menudo me parecía que había cometido un terrible error al aceptar la posición en México”, confesó en el epílogo de su libro, Norman Borlaug on World Hunger (“Norman Borlaug sobre el hambre en el mundo”).
Pero estaba decidido a enfrentar el flagelo del hambre, algo que había visto de primera mano. “Soy producto de lo peor de la [Gran] Depresión”, dijo al Dallas Observer en 2002.

Cathy se compadeció del joven, le enseñó español, lo invitó a comer todas las semanas y le dejó que se lavara él y su ropa. Más tarde, él dijo que no habría sobrevivido sin su ayuda.
También lo llevó a la ciudad más cercana, Ciudad Obregón, donde 23 años después la calle principal pasaría a llevar su nombre.
Reportero/Fuente: BBC News.