Redacción .- Teherán despertó este lunes con la noticia que no muchos querían recibir: el presidente Ebrahim Raisi y su séquito fallecieron en un accidente de helicóptero mientras volaban de regreso a casa luego de inaugurar una presa conjunta con su aliado Azerbaiyán.
El ayatolá Alí Jamenei, líder supremo, decretó cinco días de luto nacional y se indicó que los funerales para honrar la memoria del mandatario iniciarán el mates. Miles de personas salieron a las calles en homenajes improvisados a lo largo y ancho del país para llorar a su presidente.
Sin embargo, el deceso de Raisi está trastocando los planes de los partidarios de la línea dura que querían que sucediera al líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, y también provocará rivalidades entre sus partidarios sobre quién tendrá el poder en los asuntos de la República Islámica después de su partida, según expertos consultados por la agencia de noticias Reuters.
Raisi, de 63 años, fue discípulo de Jamenei, ascendió en las filas del Gobierno de Irán y era ampliamente visto como el principal candidato para suceder al líder supremo de 85 años. Pero este no era un asunto resuelto en la política iraní, que está rodeada de ambigüedad.
Su ascenso a la Presidencia fue parte de los esfuerzos por consolidar el poder en manos de personas de línea dura dedicadas a apuntalar los pilares de la República Islámica frente a los peligros planteados por la oposición interna y los enemigos poderosos en una región turbulenta.
Raisi contó con un fuerte apoyo de Jamenei, quien fue presidente antes de convertirse en líder supremo en 1989 tras la muerte del fundador de la República Islámica, el ayatolá Jomeini.
El líder supremo iraní goza de autoridad absoluta en los asuntos del país. Es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y es quien decide la dirección de la política exterior, cuyas características están determinadas en gran medida por el enfrentamiento con Estados Unidos e Israel.
Fuente/Reportero: France 24